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Homilía de Pascua / Ciclo A

“Entró el otro discípulo, vio y creyó” (Jn 20,1-9)

La Resurrección es la transformación por excelencia; ahí es donde Dios convierte la muerte en vida, la sombra en luz, el miedo en confianza y la tristeza en gozo. La Resurrección transforma en nueva vida lo que en nosotros estaba muerto.


En el relato de San Juan, María Magdalena es la primera que va al sepulcro, cuando todavía está oscuro, y descubre que habían quitado la piedra de la entrada (Jn 20, 1). El primer signo de la Resurrección es la piedra que ha sido retirada, es el símbolo de las muchas piedras que están sobre nosotros, que nos imposibilitan levantarnos e impiden que la vida germine.


En María Magdalena también encontramos la experiencia que viven hoy muchos creyentes: ¿Dónde está Jesús? ¿Quién se lo ha llevado? En ella se desenvuelve el vacío y el lamento: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20, 2). Es un error que busquemos “pruebas” para creer con más firmeza. Para encontrarnos con Jesús Resucitado es necesario, ante todo, hacer un “camino interior”.


Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte.

Un paso concreto para experimentar en nosotros la transformación de la Resurrección consiste en entrar al sepulcro como los discípulos (Jn 21, 3-6), descender a la tumba de nuestra angustia, tristeza y oscuridad. Ahora la tumba que Dios ha abierto en la Resurrección será el lugar de la esperanza, testimoniando la vida, encontraremos los lienzos y el sudario doblado en un lugar aparte (Jn 21,7), los que cubrían sus heridas, ahora ya no son necesarios porque el Señor vive, ahora se convertirán en sus huellas testimoniales para creer: “Entró también el otro discípulo, vio y creyó” (Jn 20,1-8).


La muerte no es quien tiene la última palabra sino Dios. Es su amor salvador el que transforma y da sentido a nuestros sufrimientos, fracasos y muerte. Celebrar la Resurrección de Jesús es abrimos a la fuerza transformadora de Dios. El verdadero enemigo de la vida no es el sufrimiento sino la tristeza.


ORACIÓN

Señor, concédenos experimentar la alegría tu Resurrección; transforma nuestra tristeza en alegría; llena nuestro corazón con tus dones. Danos una mirada creyente, y ayúdanos a descubrirte en cada acontecimiento y en cada persona. Amén.


–P. Jorge Iván Pimentel Sierra,

Formador del Seminario Diocesano de Morelia

Comentarios: jorgeivanpimentel@msn.com

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