Dichosos serán ustedes...

¡Qué bello es contemplar a las personas que experimentan un gozo inmenso!, manifestado con lágrimas o una expresión de gran emoción o sorpresa cuando han recibido una noticia muy buena como: ¡Este carro nuevo es tuyo!; ¡Esta casa nueva ya es tuya! Sin duda, son bienaventurados. Esa palabra en griego se dice makarios. Hoy San Mateo nos dice quiénes son dichosos, felices: los humildes, los pobres de espíritu, los que atraviesan situaciones calamitosas que les provocan sufrimiento en extremo.
Mateo, buen conocedor de la fe judaica, nos ofrece una nueva forma de vivir la fe con un código ético que no se queda en la superficie de sacrificios de animales, ayunos, oraciones recitadas, sino que encierra la vida toda. Lo hace en un conjunto de cinco discursos (Mt 5-7; 10; 13; 18; 24-25). Todos ellos terminan con la misma fórmula y tienen características similares.
5, 1-2. Ambientación
El Evangelista presenta a Jesús en un monte, lugar tradicional de la manifestación de Dios en el Antiguo Testamento (Sinaí, Horeb) y sentado, es decir, en actitud de enseñar (Mt 4, 23-25; 9, 35; 11, 1). Los principales destinatarios son los discípulos de Jesús, los primitivos y los actuales.
5, 3-12. Bienaventuranzas
Hay una declaración solemne, la buena noticia para los pobres. Con la llegada del Reino de Dios ellos serán dichosos si viven como enseña Jesús. Mateo amplió la lista de las Bienaventuranzas de Lucas (6, 20-23). Le agregó Mt la espiritualización (pobres en el espíritu), la ampliación y la aplicación al comportamiento cristiano.
Los gritos de alegría de Jesús por la llegada del Reino de Dios y de la liberación, que viene con él, fueron interpretados en la comunidad de Mateo como orientaciones para la conversión y el cambio de vida que exige dicho acontecimiento.
En cada Bienaventuranza hay una tensión entre la situación presente y la que brotará. El Reino se hace presente de forma germinal en los pobres, los misericordiosos. Cada una es un mensaje de esperanza para descubrir la presencia del Reino y anhelar su llegada definitiva.
Mientras que el primer grupo de las Bienaventuranzas (5, 3-6) declaran felices a los que se abren a la gracia de Dios, el segundo grupo (5, 7-11) nos propone actitudes que debemos tener: la misericordia, un corazón limpio, con sinceridad de vida, construir la paz, permanecer firmes en la persecución.
La última Bienaventuranza es un aliento en medio de la adversidad.
En nuestro tiempo moderno, parece absurdo decir a los fieles que son dichosos si sufren por causa de Jesús, por vivir según el estilo de su reinado: justicia, amor, paz, persecución. Tal vez para verlos dichosos tendríamos que darles una estabilidad económica que les permita solventar sus necesidades básicas de alimentación y salud, de escuela y vivienda, así como un ambiente de armonía sin el miedo constante de la inseguridad y la violencia desmedida.
Urge renovar el ágape cristiano.
P. Rubén Cervantes González
Párroco de la Divina Providencia, de Morelia, Col. Trincheras
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